Lo que en otras ciudades son empresas públicas rentables que dejan jugosas ganancias para el bien común, en Barranquilla, servicios públicos como la electricidad, el acueducto, alcantarillado, recolección de basuras, y hasta la ornamentación, han terminado concesionados a contratistas que han hecho de la prestación de estos servicios, jugosos negocios. Barranquilla se ha convertido en la meca de los contratistas-rentistas del país.

La noticia que conocimos a pocas horas de terminar el año con respecto a la Triple A, confirma esta realidad, que desde diferentes sectores de la sociedad veníamos advirtiendo. El Secretario de transparencia de la presidencia de la república, solicita una investigación exhaustiva en una transacción que dejó demasiados interrogantes y señales de turbiedad.

El fin del gobierno del Presidente Duque dejó al alcalde Pumarejo sin protección Nacional y hoy comienza a desnudarse el ruidoso entramado por el cual le quitaron la Triple A a una conspiración colombo-española de corrupción, para entregársela a nuevos contratistas Nacionales-locales: William Vélez y los DAES

Son tan obvias las irregularidades, que la venta se dio en plena ley de garantías contraviniendo una cantidad de requisitos y moviendo normas nacionales para quedar a medida de sastre una contratación que se ganaron los que ya se sabía.

Al final, el botín le quedó a quien siempre había estado detrás del negocio: el famoso y controvertido empresario William Vélez, que comenzó como un outsourcing de prestación de las basuras y ahora es el dueño de la Triple A, conjuntamente con los DAES que son super contratistas de la Alcaldía y Gobernación.

Estos últimos (los DAES), apenas avizoraron el escándalo, anunciaron la “devolución” de las acciones (que igual tenemos que pagárselas los y las Barranquilleras, pues según el alcalde: prestaron la plata), agregando mayor ruido a una ya complicada transacción.

Lo más calamitoso del asunto -además del costo de oportunidad al enriquecer a unos privados a costas de lo que pagamos en facturas los Barranquilleros y Barranquilleras-, es el pésimo servicio que tenemos que soportar en la ciudad. Al igual que hace muchos años, hoy, nuestros servicios públicos están mal operados: altas tarifas y graves fallas.

La ciudad esta inundada de basureros a cielo abierto, el agua con pésima calidad, nuevas correntías, suspensiones del servicio en muchos sectores, y una inexistente -y necesaria- inversión en infraestructura.

Barranquilla es la única de las grandes ciudades de Colombia que no tiene una planta de tratamiento de aguas residuales (EDAR). Contaminamos a raudales el Rio y nuestras playas. Seguimos empecinados en ser un atractivo turístico en medio de un mar y rio de materias fecales sin tratamiento.

El cambio de gobierno nacional empieza a sentirse y la manguala de las últimas administraciones de la ciudad para hacer sus negocios parece estar llegando a su fin. Por lo menos ya no hay un cómplice nacional que se preste para esquilmar a la ciudadanía con maniobras y jugaditas nacionales.

Las explicaciones que sale aireadamente a dar el alcalde Pumarejo cobijándose en una contratación amarrada para sus amigos, debe dárselas a los entes de control. Va a ser muy difícil aplacar este nuevo escándalo que se suma al de Electricaribe, la concesión de las maticas (siembra barranquilla) y otras onerosas contrataciones.

Esperamos los resultados de las investigaciones y que nos devuelvan la soberanía local de nuestros servicios públicos. No podemos seguir en un modelo de ciudad en donde priman los negocios y una pequeña rosca de beneficiarios, y los problemas de la ciudad como la movilidad, la seguridad, el hambre y el medio ambiente siguen sin solución: ¿son imparables los negocios con la plata que nos pertenece a todos?



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