En segundo lugar, y admitiendo que no haya una crisis, es innegable que en la Cancillería hay un vacío de liderazgo para gestionar temas que este gobierno ha convertido en emblemáticos. Como decir, el diálogo político latinoamericano, la migración, la integración energética, financiera y comercial y la defensa del medio ambiente.
Gustavo Petro hizo el anuncio ambicioso y pertinente de la necesidad de ampliar la Comunidad Andina a Argentina y negociar el retorno de Chile —que salió en el auge del pinochetismo en 1976— y Venezuela —que denunció el impacto de los Tratados de Libre Comercio de Colombia y Perú con Estados Unidos en 2006—.
Para la integración financiera, se sugirió poner en marcha una moneda regional, con antecedentes como el peso andino, o idear algún mecanismo de compensación binacional. Y se han hecho declaraciones enfáticas sobre un enfoque distinto para la lucha contra el abuso de las drogas, la descarbonización, y la defensa del ambiente.
Sin embargo, no parece haber un papel muy activo del canciller que debería liderar esos temas. La salida de Laura Gil significa un revés, pues era una de las caras visibles de algunos de estos cambios.
Y tercero, tal vez el asunto más complejo. El canciller está en una situación difícil por el manejo de la diplomacia a través de Twitter que ha escogido el presidente Petro.
Si bien este tiene réditos en la proyección del mandatario como líder regional, ha producido estragos en las relaciones bilaterales. Cuando el mandatario trina en favor de los derechos de quienes protestan en Perú, de las garantías procesales de Pedro Castillo o para criticar a Nayib Bukele, hay millones de latinoamericanos de a pie que se sienten representados con o sin proponérselo. Petro está llenando el vacío de liderazgo que América Latina arrastra desde hace varios años. No es anodino que se den manifestaciones de afecto fuera del país.
Pero esto no implica que su labor en política exterior sea exitosa, pues esa popularidad tiene efectos no del todo deseables.
Diplomacia de Twitter
Esta política exterior de trinos tiene en pausa la relación con Nicaragua y Perú, dos Estados con los cuales Colombia está obligada a interactuar.
En abril del año pasado, la Corte Internacional de Justicia les recordó a las partes en litigio la necesidad de una negociación directa para adoptar un sistema de protección para la población raizal afectada por la incertidumbre sobre el límite desde 2012, fecha de la sentencia que redefinió el mapa.
Tras el reciente comunicado donde Colombia califica a Nicaragua como un régimen autoritario —lo cual nadie duda y tiene respaldo en la realidad— y donde incluso pide acciones de la Corte Penal Internacional por el despojo de nacionalidad de más de 300 disidentes, queda la incógnita de cómo se negociará un marco de protección conjunta de las poblaciones en la zona.
Con Perú se tenía previsto un gabinete binacional para este mes que fue suspendido, ya que la embajadora designada por Colombia no ha podido presentar credenciales y los congresos no parecen en disposición de acercarse, a pesar de compartir temas de interés. Perú ejerce la presidencia de la Comunidad Andina, proyecto clave de la diplomacia colombiana y recibirá la de la Alianza del Pacífico en julio.
Estos impases tienen efectos que se deben remediar. La diplomacia es también sinónimo de negociación, renunciar al diálogo ha mostrado ser costoso en el pasado reciente.
A estos inconvenientes se suman injustificables nombramientos en embajadas, que contradicen la promesa de campaña y sugieren que aún no se abandona la práctica de pagar en nombramientos diplomáticos apoyos de campaña.
Hacia el futuro
El gobierno tiene su favor la presencia de dos viceministros capaces que conocen el medio. Francisco Coy, de carrera, y la recién designada Elizabeth Taylor Jay de extensa trayectoria en temas ambientales y conocedora como pocas de la cuestión raizal, base fundamental del litigio colombo-nicaraguense.
De igual modo, las críticas a la labor exterior se explican paradójicamente porque el gobierno arrancó bien, incluso antes de su posesión, pero ha venido descuidando los temas.