Marzo/23 Piedad Ortega Valencia, profesora titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de la que fue Vicerrectora, presenta una visión desde la organización sindical de profesores sobre las condiciones de vinculación laboral.

En marzo de 2023, las universidades públicas de Bogotá, estudiantes y profesores(as) nos hemos movilizado para exigir la dignificación de la educación pública que pasa por reconocer fundamentalmente, los modos de vida que afrontan los(as) profesores(as) ocasionales del país. Modos vida envueltos en una espiral de desigualdades.

Ocasionales, así se les nombra en algunas universidades, entre ellas, en la Universidad Pedagógica Nacional; en otras universidades se les denomina como temporales y provisionales.  Y se ha naturalizado este nombramiento, no hay un pensar epistémico que problematice y menos solidaridades que interpelen la cercanía o lejanía con los(as) colegas que durante décadas llevan como equipaje una vestimenta de precarizaciones.

El Ministerio de Educación Nacional, las direcciones universitarias y los rectores del Sistema Universitario Estatal (SUE) legislan todo el tiempo con un conjunto de retóricas que tienen como propósitos desplegar políticas del cuidado, trazar estrategias de autonomía y democracia y extender el buen vivir para un supuesto porvenir de “vida digna”.

El trazado que entregan estas retóricas son contradictorias, porque, a pesar del discurso de asumir a los(as) profesores(as) como baluartes de la cultura, la ciencia y el arte,  prescriben su trabajo como técnicos, operadores de manuales, aplicadores de formatos, expertos en evaluación, emprendedores, animadores, líderes de apoyo, y complementa Larrosa (2019) al plantear que estamos siendo convertidos en mediadores, coachers, entrenadores de competencias, gestores de emociones o facilitadores de aprendizajes, al mismo tiempo sometidos, cada vez más, al control y al reciclaje permanente, a la pérdida de autoridad simbólica, a la exclusión de la autonomía profesional y, lo que es peor, a la disolución del sentido público de su trabajo. Ahh, y, sobre todo, sometidos a las falsas bondades de la inclusión universitaria instaladas en “deje así”, “sea agradecido”, “no pidan tanto”, etc. ¡Qué lejos se encuentran las bellas declaraciones del nostálgico movimiento pedagógico de territorializar a los(as) profesores(as) como intelectuales de la educación y la pedagogía y productores de saber pedagógico!

La “ocasionalidad” del (la) profesor(a) universitario se expresa también en la desvalorización política y pedagógica de su trabajo. Asfixiado(a) por las legislaciones y las prescripciones permanentes sobre su práctica pedagógica. Es un profesor(a) que está en la intemperie, desterritorializado, pues se le excluyen simbólica y materialmente de sus derechos.

La condición precaria designa la dimensión de vulnerabilidad de los cuerpos de profesores(as) que se comparte existencialmente.

La precarización construye una generación de profesores(as) obedientes y subordinados, que celebran todo acto y gesto de continuar con sus contratos con una gratitud de mendigante.

La precarización se materializa en la demolición de la protección social, la negación de derechos laborales ante contratos cada vez desregularizados y flexibilizados.

La precarización es no contar con vida digna para contribuir con la dignificación de la vida de otros(as), en este caso de nuevas generaciones de jóvenes.

La precarización unida al maltrato laboral derivado de la débil y también precaria forma de contratación es un efecto de las lógicas derivadas del capitalismo y neoliberalismo actual, al ser las mujeres, la  mayoría del cuerpo profesoral, quienes suman y multiplican las situaciones de feminización de la pobreza[1] , las cuales,  por un lado afecta directamente a las mujeres (muchas de ellas madres cabeza de hogar y únicas proveedoras), sino en general al ejercicio docente, y por tanto a la generalidad de la población que se dedica a esta profesión.

La precarización opera bajo la figura del “faisán[2]” frustrados y fracasados. Cuerpos sometidos, segregados y enloquecidos por una consigna que los atraviesa “el sálvense quien pueda” y por ello hace presencia en sus cotidianidades una violencia soterrada que los desgarra por dentro, que rompe sus dignidades, que los destroza en sus propios desasosiegos.

El paisaje es gris, porque la vulnerabilidad política, jurídica y cultural a la que son sometidos(as) los(as) profesores(as) ocasionales los envuelven en este color entre jaulas de inferioridad y desamparo. Es un paisaje que recoge la maleza de sus vidas humilladas y despojadas de derechos.

Por esto y mucho más, hoy desde la Asociación Sindical de Profesores Universitarios ASPU- UPN y su Junta Directiva, con el liderazgo de su presidenta, la profesora Carmen Fonseca se ha radicado una carta pública dirigida al  Sr Presidente, Gustavo Petro; Sra. Vicepresidenta, Francia Márquez, y a la Sra Ministra de Educación, Aurora Vergara, donde se explicita la situación de los (as) profesores(as) Ocasionales de las Universidades públicas del país y los exhorta a la instalación de una mesa especial donde se estudien las diferentes alternativas que se exponen en la carta. También se hace un llamado a reconocer su actuación política en los diferentes espacios de trabajo y a reconocerlos en su plena dignidad.

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[1] Posicionamiento tomado de la Profesora Liliana Chaparro, quien afirma que la feminización de la pobreza es un fenómeno que da cuenta del incremento de los efectos de la pobreza sobre la población de mujeres en el mundo, en este caso el argumento da cuenta de que al ser la docencia una labor feminizada, también se precariza y es afectada por las dinámicas de distribución del capital. 

[2] Aves de esplendorosos plumajes llenos de colores. Tienen una particularidad y es que no vuelan, se arrastran. En la novela de Herta Muller “El hombre es un gran faisán en el mundo” se cuenta sobre esta condición del hombre y la mujer faisán fracasados y frustrados.

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